miércoles, 26 de noviembre de 2008

“Hay que destinar recursos para diseñar la infraestructura de la tercera revolución industrial”

Entrevista a Jeremy Rifkin, autor del best seller La economía del hidrógeno realizada por Francisco de Zárate

En el último informe sobre el cambio climático de las Naciones Unidas las perspectivas no son nada buenas: la temperatura del mundo podría subir más de tres grados, lo que equivaldría a regresar a la Tierra de hace tres millones de años y a perder entre el 30 y el 70% de las formas de vida actuales. “Un punto de no retorno al que llegaremos si antes de 9 años no trazamos un plan mundial y lo seguirnos sin cometer ni un solo error".
Rifkin propone dar paso a una red de energías renovables que imite el funcionamiento de Internet. Plantea la posibilidad de crear una trama de productores-consumidores en la que cada edificio, fábrica o casa se convierta en un generador descentralizado de energía. "Nos encontramos ante el ocaso de la revolución industrial, basada en los combustibles fósiles.Durante 25 años, los gobiernos me dijeron: 'Nos encantan las renovables, son seguras y sostenibles, pero nunca van a alimentar a toda una economía porque les falta la potencia del carbón, del petróleo, del gas o del uranio'. Hasta hace poco, no podíamos contestar ese cuestionamiento pero hoy tenemos la respuesta y se llama tecnologías de la comunicación".
Igual que en Internet la conexión de millones de PC creó una red con mucha más capacidad que la mayor computadora imaginable, Rifkin cree que la integración en una red eléctrica de la energía generada por millones de edificios con sus propios molinos de viento, placas solares y mecanismos para aprovechar el calor de la tierra y la biomasa de los residuos, seria capaz de una potencia jamás alcanzable si nos limitásemos a repetir con las energías renovables el modelo de central eléctrica que funcionó para los combustibles fósiles. "Con este sistema, cada vez que alguien produzca más energía de la que necesita, la podrá compartir. Cualquier chico de Argentina que creció con Linux, YouTube o Wikipedia entiende de qué estoy hablando."

-¿Ya hay edificios con esas características en pie?-Sí. En Europa ya se construyeron los primeros. En la región española de Aragón opera una fábrica de General Motors con una producción anual de 500 mil autos. Recién este mes anunciaron la instalación de un panel solar que costó 78 millones de dólares y que genera suficiente electricidad para casi toda la fábrica y 4.600 hogares. En nueve o diez años planean recuperar la inversión. A partir de ahí, electricidad gratis.

-¿Y por qué no todas las empresas hacen lo mismo?-Van a hacerlo pero todavía no lo conocen. Por eso estamos promoviendo un plan a largo plazo dentro de la Unión Europea. En enero lo llevamos a los Estados Unidos y, ojalá, a América Latina y al resto del mundo. Tenemos que pensar en una revolución de la construcción. En 2050, todas las construcciones, nuevas y viejas, deberán aprovechar la energía que se genera alrededor de ellas, almacenarla en forma de hidrógeno -como el formato digital almacena la información en Internet- y compartir los excedentes mediante las nuevas redes inteligentes de energía.

Las pilas de combustible que necesita el hidrógeno aún son caras, ¿cómo lo compensarán?El problema es la economía de escala, por eso hablamos de la adopción temprana por parte de los gobiernos y de sus servicios asociados, como por ejemplo el correo. Los tejados de los edificios gubernamentales, las flotas de automóviles... Todo podría funcionar con pilas de combustible. Así bajarían los precios.-Además de adopción temprana, ¿su modelo necesita dinero público?Sí, sí hace falta mucha liquidez. Doy un ejemplo. En dos años, todas las grandes automotrices están saliendo con autos eléctricos. Dos años más tarde, piensan sacar los primeros vehículos con pilas de combustible. Para eso, tienen que aliarse con las generadoras de electricidad. Daimler Chrysler ya creó una alianza con la de Alemania, RWE, para instalar millones de centros de carga por todo el país. Eso va a costar mucho: inversiones privadas pero también dinero público.

-¿Y eso es alcanzable?Ahora mismo estamos gastando mucho para rescatar el modelo económico de la segunda revolución industrial, que está en terapia intensiva y en su ocaso. Si sumamos los salvatajes de Europa, EE.UU., China y el resto del mundo, ya llegamos al billón de dólares. No podemos seguir tirando nuestras reservas para detener la sangría porque no nos van a quedar recursos para diseñar la infraestructura de la tercera revolución industrial, que es donde el nuevo régimen energético y los puestos de trabajo van a estar. Hay que gastar lo justo para que no colapse pero sin dejar de invertir en lo nuevo.

-Aunque muchos lo vieran venir, hubo que esperar al colapso derivado de las subprime para que llegaran los rescates, ¿por qué esta vez los gobiernos sabrían adelantarse?Es verdad que eso fue así, pero si usamos esa lógica esta vez, estamos condenados. Lo que está ocurriendo hoy es mucho más grave que lo que sucedió durante la Gran Depresión, que no terminó con un modelo energético porque recién empezaba la electrificación y el petróleo. El actual es un colapso financiero y del régimen energético, algo mucho más serio. -

¿Cuál podría ser el papel de la Argentina?-Tradicionalmente, Argentina desempeñó un papel de liderazgo en Sudamérica. Ahora podría ayudar en el desarrollo regional de este modelo.-

¿Pensó en el impacto cultural que podría tener la autonomía energética que promulga?-Sí: es enorme. Es darle el poder a las personas. Permitiría una extensión del capitalismo ya que todo el mundo se convertiría en jugador en el mercado energético. Haría falta también un modelo social que lo equilibre para regular la forma de compartir la energía en redes, como se comparte hoy la información. Desde la revolución francesa, vivimos un progreso hacia la democracia pero el problema siempre fue que los regímenes energéticos hasta ahora eran de elite. Por eso nunca pudimos tener una plena participación individual. Un modelo en el que la gente produzca su propia energía permitiría una auténtica democracia económica y, por lo tanto, política. Podríamos formar parte de la globalización sin depender del petróleo de Medio Oriente ni del ejército de los EE.UU.. Para lugares como Sudamérica, las oportunidades de cambiar la geopolítica son enormes: las fuentes de energía renovable en la región son inmensas. No hay más que mirar el viento de las Pampas o el sol que hay por todo el país.

-¿Las reducciones coyunturales en el precio del petróleo pueden retrasar la llegada de energías alternativas?-La comunidad de negocios y los gobiernos tienen que darse cuenta de que llegamos a lo que yo llamo el nivel de globalización máximo. Ahora el precio del barril bajó porque nada se mueve: como el motor se detuvo, no necesita combustible. Pero si salimos del parate y el motor vuelve a andar, la inflación lo detendrá en cuanto el barril vuelva a llegar a los US$ 147.

EL MODELO DE INTERNET
Las comunicaciones de la tercera revolución industrial

Según Jeremy Rifkin, para que se dé una revolución industrial tienen que confluir dos cambios: nuevas fuentes de energía y nuevas formas de comunicación. Para explicar su tesis, cita la revolución que se produjo en el siglo XIX, en la que el abaratamiento del papel impreso que trajo el linotipo coincidió con la llegada del carbón, del vapor y de los ferrocarriles. "Así fue como introdujimos las escuelas públicas y la alfabetización masiva que permitieron organizarlo todo".
Siguiendo la misma idea, en el siglo XX fue el teléfono el que junto con el motor de combustión interna y el petróleo protagonizó la segunda revolución industrial y serán Internet y las energías renovables las que permita la llegada de la tercera "Es la tesis que manejamos hoy en Bruselas", dice como asesor de la Unión Europea en su plan estratégico para la energía.Llegar a 2020 con un 20 por ciento de la energía europea creada con fuentes renovables es la primera etapa de este plan. Para lograrlo, planean seguir el consejo de Rifkin y transformar a tantas edificaciones como sea posible en pequeñas plantas capaces de autoabastacerse, de compartir sus excedentes o de convertirlos en hidrógeno mediante la electrólisis del agua: como no ocurre con los rayos del sol, las olas, o el viento, el hidrógeno sí puede almacenarse para volver a convertirse en energía cuando sea necesario.
"La idea es convertir a la red de suministro en una red inteligente que funcione como Internet. Lo primero es digitalizar la red de manera que sirva tanto para recibir energía como para enviarla. La compañía eléctrica de Italia recién lo hizo. Después, habría que conectar todos los electrodomésticos de la casa con sensores asociados a un software. De ese modo, si un día hay mucha demanda eléctrica y no alcanza con la oferta, el software puede indicarles a cincuenta mil lavarropas que reduzcan ligeramente su velocidad, Si sus usuarios eligieron no pasarse de un determinado gasto, o venderles la electricidad más cara". "El software también dará la opción de vender la electricidad a la red cuando los precios suban, convirtiendo a las unidades familiares en jugadores del mercado. Es lo que llamamos el capitalismo distribuido".

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